Farishta by Marc Pastor

Farishta by Marc Pastor

autor:Marc Pastor [Pastor, Marc]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Ciencia ficción
editor: 13insurgentes
publicado: 2016-12-31T16:00:00+00:00


Era raro encontrar a Sarah Melville sin un libro en las manos. La imagen que Manse tiene de ella cuando la recuerda es la de una mujer sentada en una mecedora, absorta en una novela. Estoy convencido de que la pasión por la lectura me viene de ella, asegura. Y entre todas las novelas, Anna Karénina era su preferida.

Sarah solo tenía dieciocho años —como yo— cuando conoció a Viacheslav Dolgov en una cena de gala en la embajada de Suecia de París. El padre de Sarah era Gaspart Melville de Fontenelle, barón de Fontenelle, un aristócrata con más de media docena de châteaux en propiedad en el Languedoc. Así que podría decirse que pertenezco a la nobleza, dice Manse. Sarah era hija única, la niña de los ojos del barón de Fontenelle, su posesión más preciada. Gaspart, viudo desde el nacimiento de Sarah (como en un drama dickensiano, la madre murió durante el parto), tenía planificado el futuro de la niña. Sarah iba a ser la heredera del tercer imperio vinícola de Francia —especialmente gracias a un burdeos reputadísimo pero absolutamente desconocido para mí, llamado Château Rodin—, y se dedicaría a dirigir el negocio familiar con la ayuda de dos de los hermanos de Gaspart.

Viacheslav Dolgov era un diplomático de carrera veinte años mayor que Sarah. La noche en que se conocieron sustituía al embajador ruso por una indisposición de última de hora —y que Viacheslav siempre había atribuido a una mezcla de cocaína, éxtasis y prostitutas de lujo—. Fue el propio Gaspart Melville quien los presentó, sin reparar en que Viacheslav había estado observando a su hija desde que la había visto entrar con un vestido que le dejaba la espalda al descubierto.

La atracción fue mutua desde el primer momento. Viacheslav era culto y agradable, y tenía una conversación fascinante. Sarah podía escucharlo durante horas. Quizás no era atractivo, pero el timbre de su voz de hipnotizador y esa mirada llena de fuego la sedujeron. Aún no había terminado la velada y ya habían hablado de volver a verse. Fuera de este ambiente de gente estirada, dijo él.

No me cuesta imaginármelos paseando por París, a escondidas del barón de Fontenelle. Un apartamento en Saint Michelle, besos con sabor a café y a lluvia.

Pero Gaspart Melville tenía ojos en cada callejón y en cada puente sobre el Sena, y se enteró de la relación de su heredera y el ruso. Citó a Sarah en el palacete de Maison Laffite y le prohibió volver a verlo. Ella se negó. No tenía ningún derecho. Pero Gaspart Melville ya había estado conspirando y había conseguido que el gobierno francés solicitase la expulsión del país de Viatxleslav Dolgov, alegando espionaje.

Sarah se enfrentó a su padre. El barón solo hablaba de su legado, de su imperio, del abuelo y del abuelo del abuelo del abuelo del abuelo y del abuelo. Gaspart Melville se remontó hasta Lucien Melville, un teniente del ejército napoleónico que perdió las dos piernas en Siberia y recibió cien hectáreas de viñas de parte del emperador en compensación.



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